La joya del Paradiso

Definitiva

Paradiso es la película documental sobre el cine Duque de Alba, el último Cine X en pie de Madrid. Con ocasión del Festival Internacional de Cinema d’Autor el director canario Omar a. Razzak nos presentó una obra que se centra en la actividad de Rafa el proyeccionista. Un hombre inquieto y apasionado por su trabajo, que constantemente anda dando forma a su espacio, dibuja a mano los carteles de las películas que exhiben y decora los interiores de su cine con tal de hacerlo más acogedor y cálido para sus asiduos.

Seguimos la acción sin ningún tipo de florituras ni planos complicados: La cámara nos planta allí mismo y nos deja mirar como el elenco de personajes interactúan entre sí en esos escenarios, a veces transitados con sus habitantes a la espera de próximas proyecciones, a veces majestuosamente solitarios…

La película se desarrolla en los lugares comunes de este cine. Nunca entramos en la sala -tal vez por respeto a la intimidad de los clientes- pero el sonido de lo que se proyecta siempre está presente, en el aire.

Hay un momento completamente fascinante en la película. Uno de los miembros de la administración de los cines acaba jubilándose y resulta reemplazado por una chica más joven. Lo único que vemos de esta nueva incorporación es en la única escena en la que hace acto de presencia, inmersa en su teléfono móvil, ajena a todo, a la espera de nuevos clientes a los que atender en la taquilla. No es hasta este momento cuando la tecnología hace acto de presencia en la pantalla. Hasta aquel momento no habíamos visto teléfonos, ni ordenadores. Si no fuera por ese detalle, podría parecer que Paradiso se grabó hace tiempo, en una década distinta a la que nos ocupa.

Paradiso en realidad es una película sobre el cine como un espacio físico. Los personajes que pueblan la película viven de espaldas a muchas cosas. Viven de espaldas a su sexualidad, de espaldas a la realidad, de espaldas al paso del tiempo… Y es el cine lo que les ayuda, les refugia, les hace olvidar quienes son y, tal vez, recordar un tiempo que ya pasó.

 

Texto: Jonathan Kovacs

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