Signos, iconos, hojas, Danielewksi en el Kosmopolis

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Un sombrero visitó Barcelona en la vigilia de Sant Jordi (y durante el mismo día) y, debajo suyo, Mark Z. Danielewksi, polacoamericano gentil y sesudo, cuya La Casa de Hojas está en el ojo del huracán editorial. En su paso por Kosmópolis charló con seguidores y otros interesados al respecto de su novela, publicada originalmente en 2000, divagó sobre sus planes pasados/futuros y contó chistes inspirados en Stephen King.

Danielewski está francamente contento con la edición que han sacado Alpha Decay y Pálido Fuego de su primer novelón. “Tenía ganas de que se editara en español ya que es una lengua que me es familiar, habiéndola escuchado en Los Ángeles de pequeño”, quien además vivió en España una temporada cuando era joven. “Verlo publicado es una experiencia eufórica, ya que la atención al detalle es asombrosa, me maravilló que se adaptaran incluso las más mínimas inscripciones.” El trabajo, a cargo de Javier Calvo (traducción) y Robert-Juan Cantavella (montaje), es todo un hito en la translación literaria.

Por supuesto se han barajado muchos términos para referirse a un libro tan enrevesado – postmoderno, experimental, etc. Y si bien Danielewski considera que esas son las raíces de su obra, pues son “géneros” que leía durante su redacción, no le satisfacen esos palabros (ni tampoco el más apropiado “ergódico”, que parece fastidiarle hasta sorprendentes extremos, como si hubiera violado a alguna de sus mascotas), y considera que su “constante diálogo con las capacidades de la literatura” se merece un neologismo: su literatura es signicónica. Es decir, mezcla elementos lingüísticos y pictóricos para crear algo nuevo. Algo diferente. “Lo signoicónico trabaja en ambos reinos, parpadeando entre las dos zonas – es una nueva vía entre texto e imagen.” Habla del estado innovador de la cultura actual del “consumo de información” – se han instaurado nuevas formas de interpretación puramente visuales (Facebook, instagram, memes, etc.). Habla de Bachelard y de la apropiación automática de la imagen. Habla de una nueva conectividad que elimina todo prejuicio hacia la palabra y el icono.

La Casa de Hojas es todo esto, y es también una novela extraña, críptica y de múltiples interpretaciones. “Empecé a escribirla en 1988 en un raro impulso, era una época oscura y esto se me presentó como objetivo”, recuerda Danielewski. “Pensaba en la gramática del cine en relación a la escritura de ficción. Me percaté de la habilidad que tiene la Novela para contener tantísimas cosas”. Habla de Bolaño y sus Detectives Salvajes como buena ejemplificación de esta capacidad. “De hecho, ahora me noto muy influenciado por las series televisivas y sus arcos dramáticos largos”, comenta, en relación a su trabajo actual, una ficción en 27 volúmenes llamada The Family cuya imagen/concepto/visión inicial es una niña con un gatito. Sin duda, da para centenares de páginas “Es una experiencia comunitaria, tiene que existir con un público” explica Danielewski, que considera que sus seguidores justifican su obra. Sobre si La Casa de Hojas es una novela jodida, llena de monstruos u oscura, saca a colación una curiosa anécdota: hace unos años, un hombre se le aproximó para darle las gracias. Aparentemente, su hija, tras intentarse suicidar, le pidió, en el hospital, La Casa de Hojas, sin venir a sazón de nada. Misteriosamente, la lectura del libro hizo que la chica “mejorara”. Aún y un poco crecido a través de esta historia, Danielewski tiene razón en que “la literatura supone cosas distintas. Para algunos este libro puede ser tenebroso, pero para otros, puede ser inspirador, o incluso útil.”

Después de discutir con sus fans – o, como él prefiere llamarlos, sus “lectores” – sobre cosas más concretas de la novela (incluyendo una extraña historietilla cómica protagonizada por un yunque y una cabra), Danielewski se sienta a firmar libros, no sin antes haber escupido un titular estupendo, al respecto de la enclaustración de las grafías en su libro: “El propósito de la literatura no es liberar las palabras, sino liberar al lector.”

 

Texto: Xavier Gaillard

Fotos: Ismael Llopis

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