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Visitantes, Ana Elena Pena

4 marzo, 2015

Ana

Ana Elena Pena escribe relatos, textos cortos y poemas en la línea del realismo sucio y la pornografía romántica, sin abandonar la ternura y la delicadeza en su forma y contenido, al igual que hace en sus dibujos, ya que es pintora y dibujante a ratitos. Su obra es un viaje surrealista de colores vivos y trazos suaves que nos enfrenta a los miedos y obsesiones de la sociedad moderna, a la vez que critica ferozmente el culto exagerado a la belleza, el abuso y la violencia en todas sus formas. Le publicaron Hago pompas con saliva y también ha autoeditado cuatro libros de textos cortos y poemas: Sangre en las rodillas, Antídotos contra la belleza, La ciudad de las niñas perdidas y Cicatrices, que puedes encontrar en algunas librerías de Valencia y en su página web. Aquí su blog, su facebook y su twitter.

Algunas imágenes de Ana Elena:

 

Aquí podéis leer su poema: Con tal de no estar solos, que forma parte de su poemario Sangre en las rodillas:

 

Con tal de no estar solos

andamos con locos, con idiotas y borrachos,

con mujeres vacías o de moral dudosa.

Mentimos a los padres,

juramos en vano,

entregamos la piel y comprometemos nuestros sueños

cruzando la calle a ciegas

con el primero que nos da la mano.

 

Con tal de no estar solos

montamos una gran farsa a la que llamamos AMOR

(así, con mayúsculas)

sacando conejos muertos de una chistera,

barajando con trampas nuestras cartas

y haciendo trucos malos con espejos

para no darnos de bruces con la realidad

y alejar de nosotros el miedo

a estar solos.

 

Porque, con tal de no estarlo, o de no parecer que lo estamos,

pasamos hambre, despilfarramos dinero,

oímos sin escuchar

abrazamos sin abarcar

y nos convertimos en autómatas desesperados,

olvidando lo hermoso que es sentarse a esperar a que las cosas,

sencillamente,

sucedan.

El olor a jazmín de las noches de verano y el hallazgo inesperado de lo auténtico, que nos ha de encontrar desprevenidos, despojados de artificios, sin adornos, desarmados y tranquilos.

Liberados de todo lo que pesa y esclavos de lo vaporoso, lo ingrávido…

Dejarse llevar…

Pero con tal de no estar solos

ni siquiera un momento,

seguimos buscando y seguimos fingiendo.

Maquillamos lo que se ve, y lo que no también,

por temor a que descubran nuestros defectos

y la fragilidad que se esconde tras ellos.

Nos apremia el desamparo, la angustia y la prisa…

de modo que nos devora la noche y nos descubre el día

casi siempre en el lugar inadecuado,

donde un incómodo silencio

(y un dolor en el pecho)

no reprochan una y otra vez

todas esas tonterías que hacemos

aquí y ahora,

mañana y siempre

con tal de no estar solos.

 

Ana Elena Pena

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