Tres alternativas contra el postureo, por Jordi Corominas i Julián

Con el verano los periódicos llenan sus páginas de material desechable que este año se centra sobremanera en espacios gastronómicos baratos y con un toque cool. La clave de estos sitios es poder degustar estupendos manjares sin rascarse en exceso el bolsillo. Como no los frecuento en demasía no sé si aun está de moda lo caramelizado. Asimismo debo reconocer que desconozco cómo está el patio de las bodegas cercanas a Sant Antoni que tanto furor causaron hace pocos meses. ¿Siguen en pie o se han vaciado de hipsters?

El caso es que el Señor Momo me pidió una lista con mis locales preferidos, y bueno, aquí están, siempre con una divisa bien clara: en ellos seréis libres sin necesidad de estar a la última. Ello hace que este artículo, ahora que están tan de moda las confesiones, sea doloroso. Desvelo enclaves ocultos, joyas de la corona donde los camareros no molestan, perlas orientales poco frecuentes en nuestra querida Babilonia.

 

1.- El chinobar por excelencia: Granja Bar de Torrent d’en Vidalet con Ramón y Cajal.

3

El chinobar de Ramón y Cajal ha conseguido que el nombre de la calle sea sinónimo de pillar tajas antológicas, de esas donde la palabra resaca adquiere nuevas y espectaculares dimensiones. Los jefes del garito son geniales y se han acostumbrado a un público intergeneracional que no sólo acude a ver el fútbol porque aun cree en la etiqueta de parroquiano, ese individuo fiel a un bar por encima de todas las cosas, algo extraño en una época tan voluble.

Encontraréis máquina de tabaco, sólo un lavabo y una barra pequeña con cubatas con mucho alcohol y poco refresco. Para los que prefieran la birra la selección es excelsa, con cervezas clásicas de la Hispanidad a un euro y otras más caras tiradas de precio. El ambiente es cojonudo y si os animáis a pedir algo de comida os recomiendo su arroz, un misterio digno de la gran muralla. Un día tiene una delicia, otro dos y el tercer día resucitó, eso sí, con una calidad brutal, raciones abundantes y rapidez en el servicio, contento de ofreceros empanadas chinas con una soja similar al chapapote. Por favor, la impaciencia en estos casos es un desastre, por lo que es preferible dejar que se enfríen las tapas fusión, pues tanto es posible devorar unas bravas excesivas como unos fideos cantoneses para chuparse los dedos.

4

Por otra parte el local es una especie de gran escaparate a la calle. En la estación estival os podréis divertir viendo cómo chicos y chicas visten igual porque al lado está el Heliogàbal y claro, la rivalidad con los modernos es atroz. Mientras ellos se dejan una pasta, vosotros seréis felices con pocos euros que os darán para mucho.

 

2.—El chino demencial: Goya Sushi de la calle Goya con la Plaça de la Vila de Gràcia.

1

Si el primer ejemplo de nuestra ruta es una habitación con vistas, este es el horror en la tierra con una entrada coqueta que desaparece en un enorme pasillo reducido por la barra que preside Ana, la impertérrita jefa, único elemento del mobiliario que no cambia con el paso del tiempo. En este bar los chinos son inmortales y cumplen la máxima. Los peques ven pelis en el ordenador y la familia se reúne a la hora de la cena. Nunca entendí el motivo del sushi. No os preocupéis. Lo podéis pedir, así como el menú casero, ideal para jubilados y personas con poca capacidad adquisitiva. Alguna vez lo he catado y merece la pena, aunque ya puestos lo mejor es seguir la dieta cervecera de la San Miguel a un euro y dejarse acariciar, muy de vez en cuando, por sus productos aborígenes, y claro, no hablo de pan con tomate. Es ver cómo zampa el clan y mimetizarte con ellos. Tu estómago te lo agradecerá.

2a

La clientela del local es variada, aunque no tanto como en nuestra primera visita. Lo largo del espacio hace que haya menos contacto entre los presentes, que se dividen en grupúsculos conspirativos rotos por la máquina tragaperras, célebre por sus dibujos de un camarero a lo Cristiano Ronaldo y una moza rubia más que prototípica. Si sois de cubatas este, ahora sí, es vuestro Eldorado. Por tres euros y medio beberéis unos gin-tonics de campeonato y os adentraréis en una senda peligrosa por surrealista. El fin de semana cierran a las tres y si queréis reír enfrente tenéis la tienda de Productes de la terra con objetos estrambóticos del soberanismo catalán.

 

3.- El chino caselo: Petit Ibèric de Manso con Viladomat.

5

Lo peor de esta lista, lo que me duele en el alma, es que la mayoría de estos antros no salen siquiera en el Google Maps. El Petit Ibèric es la excepción que confirma la regla porque está ubicado en la zona de las bodegas de modernetes maravillosos que mencionábamos en la introducción de este texto. El propietario es tan majo que para marcar la diferencia imita la vestimenta de los bodegueros catalanes. Me gusta llegar y sentarme en la terraza, pequeña y mágica por estar en un ángulo donde siempre pasan cosas. Miro la carta, pido la caña de rigor y procedo a encargar unas bravas más que decentes, si bien las del Delicias del Carmelo siempre ganarán la mano, y unos calamares que causan furor. Son buenos y su único defecto es que son muy salados, pero la gente los pide porque se degustan sin prisas y nada, beber sólo es malo para el hígado.

6

Los precios son los del centro de Barcelona, el servicio es estupendo, no está de más lanzar piropos elogiando su buen hacer con los clientes, y el único defecto es el lavabo, pequeño e infecto. La decoración interior es preciosa y mantiene las coordenadas del barrio, como si tuviera miedo que los otros bares  le denunciaran por blasfemo. No debe temer. Se ha ganado un buen número de jóvenes acólitos y su ubicación es maravillosa porque tiene metros cerca y el resto del barullo está a dos pasos, desde el Raval hasta la Rambla.

 

Texto: Jordi Corominas i Julián

Fotos: Ismael Llopis

Be first to comment

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.