Robert Coover: la subversión de los mitos

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“Invasor” (de géneros, territorios, lugares comunes, tópicos) es como Màrius Serra presentó a uno de los grandes de la literatura norteamericana, Robert Coover, que a sus ochenta y tres años regresó al Kosmopolis (recordemos que en su anterior visita, en 2008, nos habló de su experimento CaveWriting) a dialogar sobre conceptos y presentar libros. En efecto, Coover se ha pasado la vida trapicheando con estándares, revolucionando la ficción (ya sea dándole la enésima vuelta de tuerca tanto a las tipologías, como por ejemplo el cuento popular, como a las formas –la estructura narrativa). “Parto de la idea de entrar en los cuentos, de adentrarme en los terrenos”, en sus propias palabras. “De investigarlos a fondo, no pasar por delante e escribir desde la ignorancia. Hay que estudiar los mitos políticos e históricos, así como los géneros, para entenderlos.” Sin embargo, nunca ha gozado de mucha exposición en nuestro país, debido a una publicación irregular y casi desganada de su interesantísima obra (con piezas seminales como The Origin of the Brunists aún sin editar), algo que Galaxia Gutenberg y Pálido Fuego está intentando solventar con la traducción progresiva de sus libros. Quizás el que más conecta con su imaginario re-versionador de mitos sea Pueblo Fantasma (1998), una mirada nostálgica y creativa al mundo del western – la historia del oeste a través de los ojos de un héroe – pero recién salido del horno también tenemos La Hoguera Pública (1977), probablemente su novela más controvertida (al menos desde un punto de vista social – ya que todos sabemos que El Hurgón Mágico es la que más revuelo causó en las facultades de filología), donde invade la historia contemporánea – en concreto, la fiebre del Macarthismo.

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“Todo surgió de la idea de hacer una pieza de teatro en la calle”, explica Coover en perfecto español. “una representación de la ejecución de los Rosenberg [el matrimonio acusado de espionaje ejecutado en la silla eléctrica en 1953] en Times Square con el Tío Sam como maestro de ceremonias. Tal vez pequé de ambicioso”. Sin embargo, esta premisa le condujo a escribir sobre ese importante acontecimiento – una novela protagonizada por personas reales todavía vivas, con nombre y apellidos, “un desafío contra la Historia, con H mayúscula. Algo que interrumpa con los cuentos oficiales que nos han ido imponiendo”. Evidentemente algo innovador y alarmante, más por la ideología anti-americana y anti-corporativa que por los mismos nombres, razones por las cuales las editoriales fueron rechazando el libro. “Había rumores de que nos denunciarían y por eso se negaban a editarlo, incluso sin haberlo leído. El libro no pasaba de editor a editor, sino de abogado a abogado. No saben de literatura, pero decían que era peligroso”. Finalmente firmó un contrato con Viking, aprovechándose de que su abogado estaba de vacaciones, y tras una larga temporada de luchas internas y exigencias (por ejemplo, le pedían cambiar ciertos fragmentos sobre las novias, “en cierto sentido”, de Nixon), el libro fue editado con algunos cambios y se convirtió en un éxito de ventas.3

“1953 fue el momento en que los Estados Unidos cayeron en el maniqueísmo, en la separación de los individuos entre buenos y malos. La histeria, el blanco y negro: si eres el enemigo, hay que matarte. Así que el interés recaía en investigar las raíces de situación que vivíamos en los setenta. Analizar los fantasmas que circulaban por el ambiente, el Fantasma como personaje.” Y por supuesto en 2015 el contexto no es muy distinto: “El maniqueísmo sigue ahí – en la vida particular del americano medio, por lo menos, el comunista ha sido substituido por el terrorista.” La reacción emocional es exactamente la misma. El libro es intrínsicamente cómico, aunque no tan paródico como la premisa original. La caracterización de Richard Nixon, por ejemplo, sorprenderá a algunos. “Watergate sucedió cuando estaba escribiendo el libro; intenté hacer algo mucho más complejo que el personaje de payaso ladrón típico. Su persona era muy interesante – siempre demostró falta de confianza de cara a todo el mundo, tenía miedo de que supieran algo de él”.

“Siempre intento enfrentar las formas de pensar de mi pueblo”, concluyó Coover, cuya siguiente invasión, nos avanzó, será uno de los grandes nombres de la literatura norteamericana – Huckleberry Finn. Y si hay alguien que pueda enfrentarse al ingenio de Mark Twain, éste es, sin duda alguna, Robert Coover.

 

Texto: Xavier Gaillard

Fotos: Ismael Llopis

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